«si hubiera que escoger un alimento altamente nutritivo,
de cultivo fácil por su adaptabilidad a distintos suelos,
barato, asimilable sin dificultad,
y con vastas perspectivas culinarias,
yo escogería la quinua’’,
escribe Johson Duane, catedrático de agronomía de la Universidad de Colorado.
Tan demostrables piropos han calado fuerte sin duda,
pues aparte de aportar su exportación imprescindibles medios de subsistencia
a un gran número de poblaciones andinas,
los ensayos de cultivo se extiende gradualmente por
Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Japón,
o la misma España
–resulta particularmente rica en proteínas y minerales la de Toledo–,
los mayores importadores.
Además la Nasa decidió incluirla en la dieta de los astronautas,
y alcanzó realce nacional por servirse en las bodas de las Infantas.
¿Y qué es la quínoa o quinua?

Una hermosa herbácea que cubre sus erectos y finos tallos,
muy ramificados desde la base, con hojas alternas e inflorescencias compactas
en forma de racimos piramidales o panojas de variados colores…
blanco, rosado, amarillo, verde, rojo, púrpura, morado, negro…
encendiendo así las soledades de los altiplanos.
Su principal valor es una semilla agrupada en los racimos extremos de flores que,
liberada por lavado de la amarga saponina protectora,
deviene grano de aspecto intermedio entre el arroz integral y la sémola.
Por cierto la saponina que queda en el agua,
valioso jabón líquido que los campesinos andinos utilizan para la limpieza de cuerpo y ropa,
y otros elementos de la planta,
protagonizan en estos momentos líneas completas de cosmética.
Pero nos importan las virtudes culinarias,
y las hojas y tallos frescos,
primos de las acelgas y las espinacas,
aún resultan difíciles de conseguir,
exaltemos la delicadeza de las semillas,
sabrosas en sí mismas o en las muchas presentaciones,
ensaladas o dulces, viables…
harinas, copos, mueslis, galletas, integrando panes en compañía de cereales…
y cuyas cualidades salutíferas,
de tomarse al pie de la letra los entusiasmos de sus exégetas,
deberían proporcionar la inmortalidad.

Sí deben destacar su alta digestibilidad,
sus proteínas vegetales de alta calidad,
su completa relación de aminoácidos esenciales,
sus pocas e insaturadas grasas cardiosaludables,
sus eficientes minerales y vitaminas,
su fibra,
y su ausencia de gluten que,
dada la versatilidad,
ensancha los horizontes gastronómicos de los celíacos.
Resulta agradable tenerla preparada,
dado que no se pasa,
y disfrutarla con alguna salsa y un puñado de nachos.
Vale la pena probarlo,
pequeño, suave, consistente,
actuando de principal o de versátil guarnición.
De paso, el inca Garcilaso de la Vega,
ve cumplido un revés del que dan cuenta sus
‘Comentarios Reales’:
«El año de mil y quinientos y noventa
me enviaron del Perú semillas de quínoa,
pero llegaron muertas (a Córdoba) que,
aunque se sembraron en diversos tiempos,
no nacieron».
Receta básica…